Lula Da Silva ya está en una prisión federal de Brasil

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva ingresó hoy en la sede de la Policía Federal de la ciudad de Curitiba, donde será recluido para empezar a cumplir su pena por corrupción y lavado de dinero.

Lula llegó a Curitiba en avión procedente de Sao Paulo, donde se entregó a la Policía Federal en cumplimiento del auto de prisión dictado el pasado jueves por el juez Sergio Moro.

Cientos de simpatizantes y detractores, separados por un cordón policial de unos 30 metros de distancia, acompañaron el histórico momento apostados en los alrededores del recinto.

La Policía Federal tuvo que dispersar con gases lacrimógenos a partidarios de Lula quienes protestaban en la puerta de la institución en el momento del aterrizaje del helicóptero en el que el expresidente fue trasladado hasta la prisión.

Los detractores del dirigente, por su parte, festejaron intensamente su encarcelamiento con pitos, cacerolazos y fuegos artificiales.

Lula, de 72 años, se dirigió a la multitud que clamaba “¡No te entregues! ¡No te entregues!”, al final de una misa frente al Sindicato de Metalúrgicos en Sao Bernardo do Campo, en las afueras de Sao Paulo, donde permanece atrincherado desde hace dos días.

“Voy a cumplir la orden de cárcel (…) y cada uno de ustedes se transformará en un Lula”, afirmó el ex mandatario de izquierda (2003-2010), desencadenando un clamor unánime de “¡Soy Lula! ¡Soy Lula!”

Según el ex mandatario (2003-2010), su condena obedece al propósito de evitar el regreso de la izquierda al poder en las elecciones de octubre, en las cuales es favorito en los sondeos.

“Hace mucho tiempo que soñé que era posible gobernar este país incluyendo a millones de personas pobres en la economía, en las universidades, creando millones de empleos”, proclamó, antes de ser sacado en andas del camión de sonido sobre el cual se había improvisado una capilla.

“Ese es el crimen que cometí (…). Y si fuera por ese crimen, de colocar a negros en la universidad, de que los pobres puedan comprar un auto, viajar en avión, seguiré siendo un criminal”, arengó desde la cima del camión, acompañado por dirigentes de partidos de izquierda y de Dilma Rousseff, su sucesora y heredera política, destituida en 2016 por el congreso

Lula trató de alentar a sus desazonados partidarios, rodeándose de jóvenes candidatos de otros partidos de izquierda y reafirmando un programa de defensa de los derechos sociales y de las empresas nacionales. Pero los ánimos no daban para ver demasiado lejos.

Poco antes de que se iniciara la misa, un juez de la corte suprema rechazó el último recurso presentado por los defensores de Lula para bloquear la orden de prisión. Lo cual sonó como un tiro de gracia.

Cuando Lula volvía al sindicato aupado por sus seguidores, la música paró repentinamente y por megáfonos se pidió la presencia de un médico, por un presunto malestar del dirigente; pero rápidamente luego circuló la información de que se había restablecido, informó una periodista de la AFP.

El presidente conservador Michel Temer abogó por “la paz social”, en una reunión con empresarios el viernes por la noche en Salvador, en el noreste de Brasil.

“En otros tiempos, había mucho más optimismo y los brasileños querían la paz social. No había divergencias radicales entre los brasileños”, declaró el mandatario, que según una reciente encuesta tiene 5% de opiniones favorables sobre su gestión.

La detención de Lula es un nuevo capítulo de la crisis política brasileña, marcada en el 2016 por la destitución de Rousseff -sustituida por Temer, a quien acusa de “traidor”- y por una ola de acusaciones de la Operación Lava Jato, liderada por Moro, que destapó una gigantesca red de sobornos enquistada en el aparato estatal.

Moro justificó la orden de detención de Lula.

El expresidente “fue condenado por lavado de dinero y corrupción. Es preciso ejecutar la sentencia. No veo ninguna razón específica para aplazarla”, dijo en una entrevista a la China Global Television Network (CGTN).

Agencias

7 de Abril 2018