La última morada ecológica, menos costosa y cada vez más popular

Las despedidas se hacen a menudo en un bosque con flores silvestres sobre un cadáver cubierto con una mortaja o con el ser querido envuelto en la manta favorita de su infancia. A medida que se empieza a cubrir la fosa, va bajando la pila de tierra en este lote lleno de lápidas.

Los “entierros verdes” como estos del Cementerio de Rhinebeck, en el valle del río Hudson, en Nueva York, hacen a un lado los ataúdes, los fluidos para embalsamar y las criptas de cemento para que todo se descomponga. Es un movimiento que comenzó hace más de una década y que está ganando popularidad en Estados Unidos, según sus impulsores. Cada vez más cementerios adaptan sus prácticas para acomodar a gente que quiere evitar causar daños a la naturaleza, incluso después de muertos.

“Me encanta la idea de ser envuelto y volver a la tierra”, dijo Gina Walker Fox, de 59 años y quien compró un lote junto a un tulípero y a fresas silvestres que, se imagina, sus hijos recogerán cuando visiten su tumba. “Parece una buena forma de tratar a la naturaleza y al cuerpo humano”.

Los entierros verdes, o naturales, se remontan a mediados del 1800, cuando se pusieron de moda los embalsamamientos para preservar los cadáveres de los soldados fallecidos lejos de su tierra durante la Guerra Civil estadounidense. Las bóvedas se popularizaron tras la Segunda Guerra Mundial, para evitar que las tumbas se derrumbasen y que se arruinase el césped.

Los partidarios de estos entierros dicen que es mejor evitar las bóvedas de cemento y los fluidos de los embalsamamientos potencialmente tóxicos. Y, a diferencia de lo que ocurre con la cremación, no hacen falta combustibles fósiles para descomponer el cuerpo.

En Estados Unidos hay hoy unos 125 cementerios que ofrecen la opción de un entierro verde, de acuerdo con Suzanne Kelly, presidenta de la comisión del Cementerio de Rhinebeck y autora de Greening Death (La muerte verde). Muchos de ellos, como este de Rhinebeck a 128 kilómetros (80 millas) de la ciudad de Nueva York, reservan espacios para entierros naturales.

En el estado de Vermont, una nueva ley cambia la profundidad mínima de una tumba, de 1.5 metros (5 pies) a 1 metro (3,5 pies), una medida que facilitaría la descomposición y sería más segura para los animales. Decidir cuál es la mejor manera de usar fosas menos profundas es uno de los interrogantes que deben resolver los administradores de los cementerios que tratan de acomodar los entierros naturales.

“Si lo envuelven en una mortaja, ¿comprenderá la gente que, primero que todo, el cadáver puede oler? Puede haber manchas de los fluidos del cuerpo en la mortaja. No sé…”, comentó Patrick Healy, presidente de la Asociación de Cementerios de Vermont.

Los entierros verdes pueden ahorrarle a la gente miles de dólares en una bóveda, un ataúd fino y una lápida de granito. Pero también apuntalan un mercado de productos que no dañan la naturaleza, como urnas funerarias hechas de harina de maíz biodegradable y féretros de mimbre.

Mary Lauren Fraser construye urnas de mimbre de $200 y féretros de $2,800 en su departamento de la región occidental de Massachusetts. El costo es parecido al de las urnas y ataúdes tradicionales, pero sus productos llaman la atención cuando los exhibe en un mercado de productos agrícolas locales.

“Hay todo tipo de reacciones”, comentó. “La gente pregunta si se trata de un féretro, si lo hice yo y si los entierros verdes son legales”.

Lo son en todo el país, según Kate Kalanick, del Consejo de Entierros Verdes con sede en California. El Consejo, que certifica a las personas involucradas en los entierros verdes, dice que es mejor ver un cadáver no embalsamado antes del entierro y que no contamina la tierra.

EN ESTADOS UNIDOS HAY HOY UNOS 125 CEMENTERIOS QUE OFRECEN LA OPCIÓN DE UN ENTIERRO VERDE

Algunas personas optan por un entierro verde no necesariamente para preservar la naturaleza, sino porque les parece lo más apropiado.

Luego de la muerte de una bebita durante el nacimiento, Becky y Chris Mancuso fueron al Cementerio Vale de Schenectady, donde están enterradas cinco generaciones de la familia de ella. Chris Mancuso no podía imaginarse a su hijita embalsamada con químicos y el nuevo sector de entierros naturales encajaba con su fe cristiana y con la idea de que “polvo eres y en polvo te convertirás”.

Él mismo construyó un féretro para Anna. Su hija de seis años recogió ramas doradas.

“La idea predominante era tratar de conectarnos con mi hija muerta y poder hacer algo por ella, que ni mi esposa ni yo pudimos hacer”, dijo Mancuso. “Fue algo muy duro para nosotros”.

AP

23 de Junio 2017