Trump deja claro en el G7, que se acabo el tiempo en que se aprovechen de Estados Unidos

El presidente Donald Trump se ha ido del G-7, tras asistir en una intervención de cerca de media hora en la que no dejó títere con cabeza, y sí algunas frases para el consumo interno de su electorado, entre el que su popularidad está subiendo de manera consistente desde hace meses y ya se sitúa al mismo nivel que el de Obama en esta fase de su presidencia. Como explicó el jueves Miles Kahler, analista del Consejo de Relaciones Exteriores - el think tank más influyente en materia de política exterior de EEUU - "las acciones de Trump en comercio son muy populares en los sitios que le dieron la victoria electoral, como Pennsylvania o Michigan, donde es percibido como una persona que lucha por la gente".

Trump arrancó con un mensaje claro: "Estamos aquí por los aranceles. Ése es el punto número uno de la lista". Y, a continuación, lanzó una serie de ataques contra el resto de Occidente. "Somos como la hucha a la que todo el mundo está robando", dijo. Otras frases designadas a encender el nacionalismo más exacerbado y la idea de que los problemas de la primera economía mundial son culpa de los extranjeros siguieron: "Se han aprovechado de EEUU durante décadas y décadas y no podemos más"; "La gente no puede cargarnos un 270% [de aranceles, aunque, fiel a su costumbre, Trump se cuidó mucho de decir dónde cobran esas tarifas a los bienes de EEUU y qué productos se ven afectados por ellas] y nosotros nada. Eso no funciona más".

La idea subyacente era que los aranceles a la importación de acero y aluminio que le han enfrentado al resto del G7 son solo el principio: "Estamos dispuestos a adoptar cualquier paso que sea necesario para proteger a la industria de Estados Unidos y a sus trabajadores de prácticas comerciales extranjeras enjutas. Y hay muchas. Pero los estamos poniendo firmes. Sin prisa pero sin pausa".

En medio de esa retórica ultranacionalista, el jefe del Estado y del Gobierno de Estados Unidos ha venido a declarar que va a dinamitar en la práctica el Acuerdo de Libre Comercio (NAFTA, por sus siglas en inglés) que su país tiene con Canadá - el anfitrión de la cumbre - y México desde 1994, y que las tres naciones están renegociando. "Si no hay acuerdo, será muy malo para Canadá, será muy malo para México. Para Estados Unidos, francamente, será una cosa buena. Pero no quiero hacerlo, no quiero jugar ese juego", dijo.

En medio de ese elogio de la autarquía económica que probablemente esté haciendo saltar de gozo a Francisco Franco en su tumba del Valle de los Caídos, Trump, apoyado por su máximo asesor económico, Larry Kudlow (famoso por haber declarado en 2007 que no iba a haber ninguna crisis por las hipotecas basura en EEU) lanzó una propuesta: la eliminación total de los aranceles. Trump y Kudlow dijeron que EEUU había propuesto a sus socios del G7 un sistema comercial "sin aranceles, sin barreras, sin subvenciones. Así es como debería ser".

La propuesta es, por decirlo de manera suave, una estupidez, porque el propio Donald Trump no va a tener lo que hace falta para pedir al Congreso de EEUU que cancele las infinitas subvenciones que da a los agricultores de Iowa, Indiana, o Dakota del Sur -y que votan por Trump en masa- ni a los productores de gasolina que se extrae del maíz (etanol), porque sería un suicidio político. Tampoco parece probable que la Casa Blanca vaya a tratar de elevar el techo del 19,9% de presencia extranjera en el capital de alas aerolíneas estadounidenses y que, precisamente, impidió la compra de American Airlines por British Airways. Por no hablar de la posibilidad de que las empresas mineras y petroleras de EEUU dejen de pagar un alquiler que no se actualiza desde hace 70 años al Estado por extraer materias primas de terrenos de titularidad pública. Si Trump quiere acabar con las distorsiones al comercio, no tiene más que ir al Congreso de su país y pedirlo. Y, después, a casa, porque no volvería a ganar una elección.

9 de Junio 2018