Cuba en claro retroceso económico y ante la pregunta, ¿abandonara Raul Castro el poder?

Cuba conmemora discretamente el sábado el aniversario de la muerte de Fidel Castro, enfocada en un proceso electoral que implicará un cambio presidencial, en una coyuntura de retroceso económico, hostilidad de Estados Unidos, y estancamiento en sus reformas.

La voluntad del líder de la revolución cubana, hecha ley por el Parlamento, se ha cumplido: ninguna calle, plaza o edificio, lleva su nombre ni existen estatuas o monumentos suyos en Cuba, pero Fidel Castro (1926-2016) es recordado constantemente en los medios y en la realidad de la isla.

En el año trascurrido desde su deceso, el 25 de noviembre de 2016, los cubanos vieron enfriarse varias de sus expectativas: las reformas de Raúl Castro “han terminado siendo demasiado graduales e irregulares”, según un informe del economista cubano Pavel Vidal, de la Universidad Javeriana de Colombia, enviado a la AFP.

En agosto fue congelada la entrega de licencias para el trabajo privado en una veintena de actividades y fueron eliminadas otras.

Según el ex diplomático y académico Carlos Alzugaray, hay “retrasos” en tres metas trazadas: la descentralización estatal, mayor apertura al sector privado y la unificación monetaria, esta última largamente esperada.

En lo político, apunta, hay que superar aún “la vieja mentalidad” y actualizar el ordenamiento legal e institucional, “pues nadie podrá gobernar a Cuba como lo han hecho Fidel y Raúl”.

Este frenazo fue más dramático por el deterioro de la economía: la meta oficial de crecimiento anual cifrada en 2% en diciembre, fue ajustada a 1% en julio. La Cepal la calcula recientemente en 0,5% y algunos economistas prevén incluso una cifra negativa, como el -0,9% de 2016.

Eso sin contar los daños que dejó el huracán Irma, aún sin cuantificar, que afectó en septiembre a casi toda la isla, sobre todo las viviendas.

Paralelamente, el presidente Donald Trump endureció el embargo contra Cuba, limitó más las visitas de estadounidenses y regresó al lenguaje de la Guerra Fría, “un retroceso” en la política de su antecesor Barack Obama, según Raúl.

Un día después del aniversario de la muerte de Fidel, los cubanos votarán en los comicios municipales, un proceso que terminará en febrero con el primer relevo generacional en 60 años: un nuevo presidente sin el apellido Castro y que tampoco será una figura histórica de la revolución.

Todos los pronósticos coinciden que el actual primer vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, un ingeniero de 57 años, ocupará la presidencia de Cuba, tras una lenta carrera política, pues recorrió paso a paso todos los escalones del poder.

Sin embargo, nada indica que Raúl Castro deje la jefatura del Partido Comunista (único), principal cargo político del país, al menos hasta su próximo Congreso en 2021.

Hace un año, cuando murió Fidel Castro, miles de cubanos en Miami celebraron en las calles tres días y tres noches sin parar. Ahora, a tres meses de unas elecciones de las que desconfían, se acabó la fiesta y reina otra vez la desesperanza.

“Ya Fidel descansó, murió, pero queda el otro descarado de (su hermano) Raúl. Cuba está destruida. No hay comida, no hay ropa, no hay nada”, dice a la AFP Rosa Piedra, una santera de más de 70 años que toma el fresco en la Pequeña Habana, el bastión del exilio cubano en Miami.

Con un pañuelo blanco en la cabeza y varios, pesados collares de cuentas, Rosa añade: “Mientras Raúl esté ahí en el poder, Cuba va a seguir destruida. Por lo que yo veo, yo no creo que haya elecciones de verdad”.

“En ese escenario, en los próximos dos años, la agenda del gobierno y el estilo de operación probablemente no cambiarán mucho”, estima Michael Shifter, de Diálogo Interamericano, un centro de análisis de Washington.

Sin embargo, el académico cubano Arturo López-Levy, de la Universidad de Texas-Rio Grande Valley, opina que ese relevo “ofrece oportunidades de cambios de política acorde a la visión de la nueva generación que irá ocupando los puestos cimeros”.

Se trata del “cierre de una era política cubana”, agrega, aunque tenga una hoja ruta hasta el 2030 aprobada por el Partido.

Raúl Castro dejará pendientes una imprescindible reforma constitucional y otra electoral. También nuevas leyes de empresa, prensa y cine.

“Es posible que estas medidas pendientes serán un lastre, pero también podrían proporcionar una nueva agenda al presidente”, dice Shifter. “Puede llegar a ser la carta de presentación”, coincide López-Levy.

Y aunque se prevé un “aterrizaje suave” para el nuevo equipo de Díaz-Canel, según López-Levy, la adopción de esas medidas pendientes puede provocar un choque “entre la nueva y la vieja mentalidad” en el poder, que puede ser “mas o menos agudo”, opina Alzugaray.

AFP

24 de Noviembre 2017